El fin de los barrios en el Iquique antiguo

Así como la gente se ubica por los nombres o las ciudades de donde provienen, en Iquique la gente se conoce por los barrios a los cuales pertenecen.

El sociólogo Bernardo Guerrero afirma que en el barrio se expresa un estilo de vida tradicional. Es una micro-comunidad de intereses y lealtades empieza a ceder su lugar a la vida moderna y al puerto. «Eso cambia con los años, porque los bloques de departamentos obligan a vivir no al lado, sino que arriba del otro».
Los viejos y los niños, los extremos generacionales del barrio, ya no parecen ser los actores principales de esta vida tradicional. Los viejos, la memoria colectiva del barrio, viven cada día más constreñidos a sus realidades inmediatas, a ese pasado que les dio todo o casi todo. Esa rara virtud de mirar ideológicamente el pasado, al presente que se le manifiesta con todas sus energías del «montepío» y de las «perseguidoras».
«Los puntos de articulación económica y social del barrio: el zapatero, el carnicero y el almacenero, van cediendo su lugar a todo lo que viene ya hecho. Lo que se vende en el supermercado y en la tienda de moda. En estos lugares no sólo se compraba y se vendía, sino que también servía para el encuentro, la copucha y para la distribución social de la información».
Guerrero afirma que «el club, aquel maravilloso invento de la comunidad, en donde éste se representa, se simboliza y se proyecta, va poco a poco desapareciendo por no poder adaptarse a las exigencias de la vida del puerto».
El viejo barrio popular, lleno de historia y tradición, ya no encuentra motivos para proyectarse. La vieja estructura comunitaria ha caído en desuso y en descrédito. Los nuevos barrios, que recién empiezan a forjar su tradición e historia no encuentran en el pasado ni en el futuro motivos para creer en algo. «Sobre esta realidad del sin sentido y del vacío existencial; el consumo de drogas halla el terreno abonado para florecer», asegura el sociólogo.