La cinta «Dejar el mundo atrás» narra la odisea de una familia neoyorquina ante un evento catastrófico que amenaza con desmoronar la civilización occidental. La trama despliega la vulnerabilidad de una familia acomodada, incapaz de enfrentar adversidades —climáticas, de seguridad, sociales, sanitarias o alimentarias— sin las comodidades del siglo XXI. En un mundo sin internet, la sociedad se paraliza: embarcaciones varadas, aeronaves siniestradas y alimentos perecederos.
Al culminar la historia, un miembro de la familia descubre un refugio equipado con una vasta colección de CD, DVD y Blu-ray, abarcando décadas de cine, series y música. La protagonista se sumerge en los episodios finales de «Friends», y mientras el caos se desata afuera, la cultura almacenada en formatos físicos perdura.
Actualmente, nuestra dependencia de los servicios de streaming es palpable, y su estabilidad, incierta. Esta realidad nos invita a reflexionar sobre la fragilidad del streaming y el valor del soporte físico en la conservación de la cultura y la autonomía individual.
El streaming, atado a la red de redes, es susceptible a fallos: apagones, averías técnicas, ataques cibernéticos, catástrofes naturales, entre otros. No ofrece una garantía de acceso ininterrumpido a nuestros contenidos predilectos, sujetos a la volatilidad de derechos de autor, censura, litigios o ajustes algorítmicos. Habitualmente, el streaming nos encasilla en sugerencias basadas en patrones de consumo previos, coartando la exploración cultural.
Aquí entra en juego el formato físico, merecedor de nuestra atención.
Poseer contenido en formato físico nos confiere propiedad y dominio sobre este, permitiéndonos usarlo, compartirlo, comercializarlo o conservarlo a voluntad, libres de intermediarios o circunstancias externas. El soporte físico garantiza la fidelidad y la integridad de la obra original, sin distorsiones ni degradaciones. Además, valoriza el aspecto estético y simbólico de los objetos: carátulas, ilustraciones, dedicatorias, anotaciones y más.
Crucialmente, el formato físico es un pilar en la construcción y preservación de nuestra memoria e identidad, posibilitando la creación de una colección personal que refleje nuestros intereses y experiencias. Facilita, igualmente, la transmisión cultural a futuras generaciones, fortaleciendo el legado histórico y social.
Es esencial reconocer que el streaming, pese a su conveniencia, no es infalible y podría desvanecerse, privándonos de aquellos contenidos que nos complacen y enriquecen. Por ello, es imperativo valorar y respaldar el formato físico, baluarte de libertad y autodeterminación. No se trata de abandonar el streaming, sino de complementarlo con lo analógico, conscientes de las ventajas y desafíos de cada alternativa. Así, podremos deleitarnos con la cultura de manera íntegra y consciente, asegurando su perdurabilidad y trascendencia.