La mañana del 3 de octubre de 2001 la figura de una niña de 13 años apareció junto a la carretera. Un vendedor de huevos detuvo su furgón al percatarse de las graves heridas y el rostro desfigurado por el horror que presentaba la pequeña.
El comerciante la llevó hasta la subcomisaría de Alto Hospicio. En ese lugar Barbarita contó que un sujeto la había secuestrado, violado y arrojado a un pique en el desierto. La historia parecía increíble, más aún cuando agregó que su agresor se había identificado como el sicópata de Alto Hospicio.
Esa fría mañana de octubre, luego de meses de incertidumbre, comenzó a revelarse la historia más impactante que ha tenido que enfrentar Iquique y Alto Hospicio. Ese día el país entero vio con estupor cómo la hipótesis menos atendida por los equipos que investigaban la misteriosa desaparición de jóvenes cobraba realidad: un asesino en serie había atacado impunemente.
Carabineros lograron ubicar a Julio Segundo Pérez Silva gracias a las pistas que entregó la menor.
Ella recordó que el abusador vestía una polera con el logo de la municipalidad de Iquique, tenía el pelo entrecano, era alto, de contextura maciza y tenía patillas gruesas. En el parabrisas de su automóvil blanco colgaban dos figuras de la serie televisiva Bananas en Pijama. Hasta dio detalles del cuchillo que usaba el sujeto. Su hoja era de siete centímetros con empuñadura de cinta adhesiva de color negro.
Búsqueda en La Pampa
La búsqueda se centró en el sector de La Pampa y la Autoconstrucción. Al día siguiente, 4 de octubre de 2001, un solitario carabinero detuvo un auto blanco que bajaba por las calle que divide los sectores de La Pampa y la Autoconstrucción en Alto Hospicio. Las señas eran las mismas. El sujeto respondía a la descripción de la joven ultrajada, excepto porque se había teñido el pelo y cortado las patillas. Era Julio Pérez Silva que iniciaba otra jornada como chofer de taxi ilegal.
Sólo al día siguiente de su detención, Pérez Silva confesó su participación en el ataque a Barbarita. En su casa en la pampa el equipo de investigación no encontró pistas que lo incriminaran, excepto recortes con información de las niñas desaparecidas.
El domingo en la tarde entregó la ubicación de los tres primeros cadáveres y el resto entre la noche del lunes y la madrugada del martes.
De esa manera se estableció que era el autor de los asesinatos de las seis estudiantes que comenzaron a desaparecer a fines de 1999. También de los asesinatos no resueltos hasta esa fecha de Graciela Monserrat Saravia y Sara Gómez.
La lista de víctimas aumentó con Ornella Linares e Ivonne Carrillo, la artesana Gisella Melgarejo, Angélica Lay, Daysi Castro y Angélica Palape. Sus cuerpos fueron encontrados en Huantajaya y basurales alrededor de Hospicio.
Una fría confesión
El modo con que operaba Pérez Silva era aterrador, meticuloso y sistemático. Conseguía acercarse a su víctima ofreciéndole amablemente llevarlas en su automóvil hasta el colegio o el lugar del trabajo. Conversaba con ellas, las entretenía hasta que se desviaba del camino y las llevaba a las afueras de Hospicio, en donde con cuchillo en mano las ultrajaba y golpeaba.
Luego las arrojaba a los piques de 150 metros en Huantajaya o las sepultaba en basureros clandestinos. Indistintamente del lugar donde abandonaba a las víctimas, el psicópata las remataba arrojándoles grandes piedras sobre sus cabezas.
Desde que capturaron a Julio Pérez Silva sus testimonios para aclarar los hechos han ido desde reconocer la autoría de los crímenes de Alto Hospicio a desmentir su participación.
El historial del sicópata de Alto Hospicio también incluye dos violaciones de menores de edad. Ambas lograron sobrevivir a los salvajes vejámenes que realizó Julio Pérez Silva. El primero de ellos ocurrió en abril de 2001 cuando la estudiantes de nombre Maritza fue atacada en un sector aledaño a la Autoconstrucción. A causa de este hecho, carabineros de Alto Hospicio detuvieron a una persona acusada falsamente. Meses después comprobaron con exámenes de ADN que Pérez Silva era el culpable. No obstante el proceso contra esa persona inocente continúa, a pesar de estos antecedentes. La segunda violación fue la de Barbarita, la niña que permitió la captura de Pérez Silva
Discriminación en Hospicio
Sin duda que el caso de Alto Hospicio dejó al descubierto la discriminación social existente en el país, ya que en forma apresurada se presumió que las seis estudiantes desaparecidas habían abandonado voluntariamente sus hogares para ingresar al mundo de la prostitución.
Sin embargo, esas niñas estaban enterradas a más de 180 metros de profundidad en el pique minero de Huantajaya y otras repartidas en los alrededores de Alto Hospicio.
Al comprobarse que todas fueron víctimas de Julio Pérez Silva se pasó del malestar a la indignación en contra de las más altas esferas de gobierno y policiales, obligando al Presidente de la República, Ricardo Lagos, a dictar nuevas normas para que en Chile no se repitan estos casos.
A los pocos días de ubicados los cuerpos, el Ministro del Interior, José Miguel Insulza, solicitó la renuncia de cuatro efectivos policiales.
El Director General de Investigaciones, Nelson Mery, haciendo efectiva la responsabilidad del mando, cursó la renuncia del prefecto inspector José Henríquez Ochoa, quien hasta ese momento encabezada la Primera Zona Policial. También estuvo en esa lista el prefecto inspector Baltazar Donoso Azúa.
En tanto que el Director General de Carabineros, general Manuel Ugarte, relevó de su cargo al hasta ese entonces Jefe del OS7 en Iquique, mayor Guillermo Valenzuela, quien dirigió la investigación del caso en los últimos dos años. También llamó a retiro al coronel Iván Bustamante Rivera, quien se desempeñó como Prefecto de Carabineros de Iquique hasta marzo de 2001.
Los cuatro funcionarios destituidos estuvieron a cargo de la comisión mixta de investigación que ordenó crear el Presidente Ricardo Lagos. Esta instancia tenía como objetivo ubicar a las liceanas. Todo ese esfuerzo no surtió efecto hasta que apareció Barbarita, la niña que sobrevivió al terror de enfrentarse al sicópata que durante tres años recorrió las calles de la ciudad en total impunidad.
Las primeras víctimas
Las vidas de Graciela Monserrat Saravia e Ivonne Carrillo tienen un triste lazo en común. Ellas fueron las primeras dos víctimas del sicópata de Alto Hospicio.
La joven de 18 años Graciela Monserrat apareció muerta en los roqueríos de Playa Chanavayita durante el fin de semana de Fiestas Patrias en 1998. Durante casi dos años el homicidio permaneció sin detenidos y pistas que pudieran dar con el asesino. El desinterés de las policías cambió cuando los propios familiares y amigos de Graciela reconocieron a Julio Pérez Silva como uno de los vecinos de la víctima.
Betty Estrellé, es abuela de Graciela y recuerda los días posteriores a la detención de Julio Pérez. En ese tiempo Graciela vivía en una pensión con su pololo en el sector de Las Pasionarias con Pedro Gamboni. Doblando la esquina, vivía la pareja compuesta por Julio Pérez y Nancy Boero, antes que trasladaran su domicilio hasta La Pampa en Alto Hospicio.
Según la versión familiares hubo una fiesta en una cabaña de Chanavayita en donde estuvieron Graciela y Julio Pérez. Ese día ocurrió el asesinato.
Ivonne Carrillo
Ivonne Carrillo Lefno tenía quince años cuando desapareció el 7 de agosto de 1999. Durante tres años los familiares de esta joven de Caldera nunca pensaron ella era una de las víctimas de Alto Hospicio.
Su cuerpo recién apareció en un basural de Alto Hospicio el 2 de julio de 2002. Su hermana Mabel, siempre tuvo la esperanza que Ivonne estuviera con vida viviendo en Caldera o Copiapó. Durante esos tres años siempre recibieron informaciones de amigos que veían a la joven con vida en algún punto de la Tercera Región.
La madre de Ivonne, Magaly, estaba en Iquique cuando vio La Estrella y supo sobre el cuerpo no identificado de una joven. Con un mal presentimiento, madre e hija fueron al Instituto Médico Legal, en donde tuvieron que enfrentar la peor de las pesadillas.
Ropa, calzado y la dentadura fueron los tres puntos que permitieron el reconocimiento del cuerpo. Para Mabel Carrillo ver a su hermana en ese estado, fue la experiencia más horrible de su vida.
Ornella Linares
Ornella Linares tenía 16 años al momento de su desaparición. El último día que la vieron con vida fue el 5 de abril de 1999 cuando esperaba locomoción para dirigirse a La Tirana. Ella cursaba séptimo básico en el Liceo Eleuterio Ramírez de Alto Hospicio y el trayecto que realizó ese día era parte de su rutina. Otro antecedente importante es que Ornella conocía a otras dos víctimas de Julio Pérez. Ellas eran Laura Zola y Macarena Sánchez.
Los familiares sólo reportaron su desaparición en agosto de 1999, casi cuatro meses después que fue vista por última vez.
Su caso no fue considerado en la investigación por las 6 liceanas asesinadas por el sicópata Julio Pérez Silva, a pesar que también estudiaba en el Liceo Eleuterio Ramírez. Ella desapareció mientras esperaba locomoción para trasladarse a La Tirana, donde residía.
Gisela Melgarejo
El cuerpo de Gisella Melgarejo apareció el 2 de febrero de 2000, en las mismas condiciones que los otros: maniatada, con la cabeza rota a golpes, casi desnuda, tirada en un basural.
Gisella Melgarejo llegó a la zona durante la primavera de 1998. Era artesana y diseñadora gráfica. Vivía en Pozo Almonte, desde donde precisamente desapareció hasta que fue encontrada.
Su padre Hugo Melagarejo la recuerda.”Fue algo terrible para nosotros todo lo que vivimos, porque cuando desapareció la familia se trasladó a Iquique a buscarla, pero tenían respuestas de diferentes tipos. Después se conoció lo que pasó con las niñas de Alto Hospicio y comenzamos a pensar que nuestra hija también podría ser víctima del sicópata”.
Las seis liceanas
De toda la información generada con estos casos se ha podido establecer el escenario en que ocurrieron los hechos. Viviana Garay Moena estuvo en clases hasta el mediodía cuando pidió al inspector del liceo un pase especial para retirarse antes porque tenía que retirar a su hermanito en un lugar no determinado.
Macarena Sánchez Jabré se extravió el 23 de noviembre cuando iba al liceo. Según su padre Juan Sánchez la policía sólo los tomó en cuenta cuando los otros cinco casos salieron a la luz pública.
Laura Andrea Zola Henríquez, 15 años, desapareció el 23 de marzo. Su madre vio cuando salió de la casa en La Negra y tomó un colectivo “pirata” que la llevaría hasta el Colegio Robert Johnson.
Katherine Elizabeth Arce Rivera, 16 años, desapareció el 5 de abril luego que terminara su jornada escolar. Apenas asistió tres días al liceo Eleuterio Ramírez.
Patricia Edith Palma Valdivia, 17 años, fue vista por última vez el 22 de mayo a la salida del colegio cerca de las 13.30 horas.
El caso más atípico es de Macarena Cecilia Montecinos Iglesias, 16 años, quien tenía su residencia en calle Valle Verde en Iquique. El 4 de junio ella salió camino a la Escuela España, pero nunca ingresó al establecimiento educacional. La situación familiar de la menor era complicada. Ella mantenía una mejor relación con su hermana que vive en una parcela en Alto Hospicio.
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