Iglesia y Bailes
Durante 1920 y 1930 comienzan las dificultades entre los bailes y la jerarquía eclesiástica. «Los obispos, como el Cardenal Caro, no veían con buenos ojos la presencia de estas danzas por considerarlas paganas, hechos que son corroborados por la prensa de la época que afirma que quienes participan en este tipo de expresiones en su mayoría son lo peor de las salitreras», señala el rector de La Tirana, indicando que existían muchos escándalos por los robos y borracheras que se producían durante la festividad.
Estos problemas llegaron a su máxima expresión cuando empezaron a celebrarse dos fiestas. La primera amparada por la iglesia católica dentro del templo a puertas cerradas y la segunda efectuada por los danzantes en la explanada de la iglesia, los que debían bailar ahí ya que tenían prohibido su ingreso al recinto religioso.
Con la llegada de los padres Oblatos en los años cuarenta se inicia un proceso de diálogo e integración entre la iglesia y los bailes religiosos.
Ritual Moderno
Los años 50 y 60, según el padre Marcos, se caracterizan por la progresiva organización de los bailes. «Durante estos años los danzantes que venían en grupos comenzaron a reordenar su estructura. Así el 2 de julio de 1965, con la ayuda de monseñor José del Carmen Valle, se funda la primera Federación de Bailes Religiosos de La Tirana que muestra la apertura de los Obispos del Norte propiciada por el Papa Juan XXIII en el Concilio Vaticano Segundo».
A partir de ese momento comienza la asesoría de la iglesia a los bailes con la ayuda algunos religiosos jesuitas como Miguel Olavarría, José Vidal, Ramiro Avalos, Ramón Salas, José Donoso, Javier García y monseñor Carlos Oviedo Cavada.
De esta manera durante más de dos décadas en la fiesta de La Tirana, se observa el incremento en el número de peregrinos y organizaciones, las que en la década de los 50 alcanzaban a 4.800 personas y en la actualidad superan ya los 15 mil bailarines.