Desde la letra de “California gurls” que celebra -no son cierta malicia- el mito de la ciudad soleada estadounidense, hasta el genial solo de saxofón de “Last friday night (T.G.I.F.)” el disco no decae en ningún momento. Puede ser una balada (“Pearl”), synthpop moderno (“Who am i living for?”, “Firework”) o electrorock (“Circle the drain”), la arquitectura, producción e interpretación es impecable. Como si fuera una panorámica de las posibilidades del pop-con-actitud, pero al mismo tiempo con una ironía postmodernista para mezclar y jugar con las infuencias.

Es que en Teenage dream, la cantante sigue en su papel de “comentarista” generacional. Ella no sólo retrata -o exagera- las convenciones sociales, sexuales y morales de las veinteñeras, sino que también las encarna.

Crítica de JC Ramírez Figueroa a album Teenage Dream de Katy Perry