Hace siete años que voy a La Tirana. No voy por voluntad propia sino que como parte de la agenda de trabajo del diario.
Y en cada ocasión no pierdo el asombro al ver tanta gente que hace una pausa a su vida en la ciudad y durante dos semanas todo gira en torno al Santuario.
Durante estos siete años me he dado cuenta de ciertas verdades:
- Durante dos semanas el Santuario recibe más de doscientas mil personas.
- En la noche de vísperas, la explanada frente al templo se llena con 90 mil personas. Esa es su capacidad máxima.
- Cada año se dice que viene más gente. Pero nadie tiene un dato fijo en eso. Lo cierto es que la población chilena cree y con eso también los danzantes, los peregrinos y los turistas.
- Luego de bailar a la chinita, de visitar el Santuario y recorrer el pueblo, la mayoría se va derechito a la Zofri. No es posible que un lunes a las seis de la tarde no se pueda encontrar un estacionamiento en Zona Franca y que fuera del recinto amurallado esté lleno de buses de Arica, Antofagasta, Calama y Copiapó.
- La mitad de Iquique abandona la ciudad durante un fin de semana para ir al pueblo.
- Es extraño ver una ciudad media vacía y que NADA, absolutamente NADA ocurra.
- Durante los días de fiesta, los crímenes, robos y delitos varios disminuyen en Iquique.
- Es fácil tomar fotos artísticas en La Tirana.
- Es casi imposible llevar la cuenta de cuántas «primeras diabladas» bailan en La Tirana. Todas las diabladas son primeras en algo.
- Aunque no lo reconozcan, los bailes compiten entre ellos.
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