El futuro es una de las mayores fuentes de ansiedad para muchas personas. Nos preocupamos por lo que nos deparará, por si podremos cumplir nuestros objetivos, por si estaremos preparados para los cambios y los desafíos. A veces, nos anticipamos a situaciones negativas que quizás nunca ocurran, y nos perdemos la oportunidad de disfrutar del presente.
Sin embargo, hay formas de afrontar el futuro con más calma y confianza. Una de ellas es tomar conciencia de nuestros pensamientos y emociones, y cuestionarlos cuando sean irracionales o exagerados. Podemos preguntarnos: ¿Qué evidencia tengo de que esto va a pasar? ¿Qué otras posibilidades hay? ¿Qué puedo hacer para prevenirlo o solucionarlo? ¿Qué recursos y apoyos tengo? ¿Qué he aprendido de experiencias pasadas?
Otra forma de afrontar el futuro es planificarlo de forma realista y flexible. Podemos establecer metas claras y específicas, pero también dejar espacio para la improvisación y la adaptación. Podemos anticipar los posibles obstáculos y prepararnos para ellos, pero también estar abiertos a las oportunidades y las sorpresas. Podemos revisar nuestros planes periódicamente y ajustarlos según nuestras necesidades y circunstancias.
Finalmente, una forma de afrontar el futuro es vivir el presente con plenitud y gratitud. Podemos aprovechar cada momento para hacer lo que nos gusta, para aprender algo nuevo, para compartir con los demás, para cuidarnos y cuidar el planeta. Podemos reconocer y valorar lo que tenemos, lo que hemos logrado, lo que hemos superado. Podemos celebrar nuestros éxitos y aprender de nuestros errores.
El futuro no es algo que nos acecha o nos amenaza, sino algo que podemos construir y disfrutar. Depende de nosotros cómo lo afrontamos y cómo lo vivimos.