
Para movilizar la producción salitrera a los puertos y subir el abastecimiento de alimentación, combustibles y agua necesarios para la población e industria se construyeron entre 1870 y 1903, varias líneas de ferrocarriles que servían a todos los cantones de producción.
En Tarapacá, los más importantes eran los que Iquique a La Noria y de Pisagua a Zapiga. Ambos fueron inaugurados durante 1870. Otro trayecto importante fue el del Cantón Lagunas que iba de Iquique a Patillos por la costa.
En 1882 los ferrocarriles de Iquique y Pisagua pasaron a control de la Nitrate Railway Co. La empresa tiene su sede en Londres y fue controlada por el denominado «rey del salitre» John Thomas North.
Al mismo tiempo los productores independientes de salitre sufrieron el monopolio en los grupos de fletes y crearon dos nuevos ferrocarriles: el de Aguas Blancas a Caleta Buena, en 1893, y de Zapiga a Caleta Junín en 1894. Ambas líneas terminaban en andariveles de 600 metros de alta para bajar al puerto.
En Antofagasta existía el ferrocarril desde el puerto a Cantón Central (1876) y Caleta Coloso a Aguas Blanca (1903). También el de Tocopilla a Cantón Toco (1890) y el de Taltal a Cantón (1883).
De estos siete ferrocarriles, tres eran de capitales ingleses y cuatro de ellos pertenecientes a sociedades mixtas anglo-chilenas, pero administrados por ingleses.
La excepción era el tren hacia Caleta Coloso en Antofagasta que era de una empresa española con maquinaria alemana y administrada por chilenos.
Cada línea tenía su propia maestranza, la mayoría de ellos contaba con ingenieros y técnicos ingleses, lo cual influyó fuertemente en la industria salitrera.
En 1923, el Estado construye el tendido ferroviario del «longino» desde Pueblo Hundido (actual Diego de Almagro) hasta Iquique, uniendo de esta manera todos los ferrocarriles salitreros.
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La pampa se estaba poblando lentamente con oficinas salitreras. Sin embargo, ninguna de estas dependencias era un punto en donde se podía abastecer al viajero y a las miles de personas que trabajaban en el desierto.
El 8 de noviembre de 1883 el jefe político de Tarapacá, Francisco Valdés Vergara, decretó la formación de un nuevo pueblo. Esta resolución respondía a una petición de los habitantes de un pequeño caserío que había surgido paulatinamente alrededor de un pozo que surtía de agua a la zona.
La resolución de la jefatura política significó poner en marcha el establecimiento de una localidad que sirviera eficazmente como cabecera administrativa y comercial del Cantón de la Peña.
El pozo que surtía de agua a la zona pertenecía a gran familia hacendada en Pica, llamada Almonte.
Los primeros registros de esta familia radican en el Siglo XVIII. En esa época el patriarca era Domingo Almonte, quien desarrollaba cultivos de vino y frutas en Pica, como también actividad minera en Challacollo. En aquel mineral inició trabajos de explotación conjuntamente con Gabriel Soto, con quien formó sociedad en 1772.
Su hijo, Manuel Almonte, era dueño de una azoguería a principios del siglo XIX. Su nieto, Ascencio Almonte, fue propietario de 548 estacas en la Pampa de Lagunas, las cuales vendió en 1881 al grupo Delano. En 1888, fue transferida a John Thomas North.
La familia estuvo relacionado directamente con la utilización de los recursos acuíferos del famoso «Pozo de Almonte». Esta denominación aparece en varios documentos durante 1810.
La explotación de los depósitos de caliche fue favorecido por la existencia de agua. La construcción del ferrocarril de Iquique a La Noria posibilitó una ramal hasta Pozo de Almonte. Se levantó una estación que el 24 de noviembre de 1879 sirvió para que se albergara un grupo de soldados que participó en la Batalla de Tarapacá.
La autoridades se dieron cuenta de la importancia del poblado, por lo que ordenaron la confección de un plano que establecería un nuevo asentamiento. Sin embargo la idea fue desechada por varias décadas hasta que la Compañía de Salitres de Tarapacá ordenó que las personas que habitaban alrededor de la estación de trenes tenían que abandonar el sitio.
Las 18 familias afectadas pidieron un nuevo terreno para asentarse. Fue así que el 8 de noviembre de 1883 se ordenó la creación de Pozo Almonte en conformidad al plano que confeccionó el arquitecto Francisco Fierro.
El naciente pueblo se vio amenazado en 1884 debido a inundaciones conocidas como «venidas de agua». Lluvias en el altiplano hicieron surgir vertientes que inundaron el poblado.
En 1885 se creó la subdelegación de Pozo Almonte que quedó conformada por los distritos de La Tirana, Huara y Pozo Almonte.El nacimiento de Pozo Almonte
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El 24 de noviembre de 1879 el ministro de Guerra en Campaña, comandante Rafael Sotomayor, ordenó la publicación de una proclama dirigida a todos los habitantes de Iquique.
«La ocupación sin resistencia de esta importante plaza, que está desde ayer sometida a las autoridades chilenas, impone a éstas, respecto de los neutrales y de los habitantes pacíficos de la ciudad, deberes que ellas conocen y saben cumplir escrupulosamente».
«A la sombra de la bandera chilena, aquí, como en todas las partes, las garantías individuales hallarán toda clase de respeto y tendrán libre expansión las manifestaciones de la vida activa de un pueblo laborioso. Establecido el orden, que no ha sufrido la más leve perturbación desde el momento en que las autoridades chilenas pisaron este territorio, garantiza la propiedad y asegura la tranquilidad futura de esta comarca, el comercio puede continuar sus labores fecundas bajo la fe de la palabra del gobierno de Chile, que le promete y le dará la más amplia protección».
«Uno de sus ministros lo asegura en su nombre, y los neutrales saben que Chile cumple sus compromisos, muy especialmente cuando ellos tienen por objeto fomentar las industrias y el comercio, que dan la vida a los pueblos. Tanto mayor derecho tenemos a que se nos crea, cuanto que es sabido que Chile debe al trabajo de sus hijos y a las garantías que hallan en su suelo los extranjeros laboriosos, su larga paz interna, su prosperidad, su riqueza y poderosa vitalidad de que ha sabido dar pruebas en las circunstancias más difíciles de su vida».
«¡Al trabajo! Es la palabra de orden de las autoridades chilenas en Iquique. Que cada uno vuelva a sus labores cotidianas, a reparar con nuevos esfuerzos las calamidades de la guerra y a restablecer la corriente comercial, que es el lazo más sólido de unión entre los pueblos cultos». -
Después de la guerra

Con la instauración del gobierno chileno en Iquique, comenzó un mayor flujo migratorio desde el sur y hacia la pampa. Luego de la instauración del municipio, Iquique volvió a su vida normal. El historiador Carlos Donoso indica que el 4 de enero de 1880 se reiniciaron los embarques salitreros.
El gobierno ofreció varios estímulos para el arribo de ciudadanos chilenos a Iquique, que hasta entonces eran minoría. «Entre las medidas adoptadas para el cumplimiento de este objetivo destaca el traslado gratuito para los ex trabajadores salitreros y sus familias que abandonaron la zona una vez ocupada Antofagasta y para todos aquellos que, sin tener un pasado en la zona, quisieran asentarse en estas tierras».
La llegada de los inmigrantes fue generada por los incentivos del gobierno, por la crisis económica que existía en el centro y sur de Chile y las grandes expectativas de los chilenos, hubo un gran movimiento de personas entre 1879 y 1880. Algunos se quedaron en Iquique y otros pasaron directamente a la pampa, ya que eran contratados directamente por agentes en Santiago y Valparaíso. El enganche de salitreros había comenzando en la zona.
Según Carlos Donoso, «lamentablemente la política migratoria del gobierno chileno no consideró las profundas carencias de infraestructura de la región. Iquique, por ejemplo, no sólo carecía de la provisión de alimentos necesaria para satisfacer las necesidades de los recién llegados, sino también del elemento más importante: el agua».
Antes de la ocupación, las autoridades peruanas destruyeron las máquinas condensadoras de agua que aún estaban operativas. Luego de un año de incertidumbre obtuvieron un contrato con la Compañía de Agua de Tarapacá para abastecer a las tropas y los hospitales.Crecimiento de la ciudad
En enero de 1879 la población de Iquique superaba las once mil personas. Un año después, debido a expulsiones o abandonos espontáneos, el número se redujo a cinco mil habitantes.
A fines de 1880 habían llegado a Iquique más de siete mil chilenos. Esta cifra no incluía a peruanos y otros extranjeros. El investigador Albert Davin explica que Iquique en esa fecha se estaba convirtiendo en «una congregación de hombres que buscan el secreto de la fortuna en la industria y el comercio».
El movimiento comercial de la ciudad luego de la ocupación era evidente. En diciembre de 1880 trabajaban en la ciudad seis médicos, seis abogados, cuatro ingenieros, doce agentes comisionistas, cuatro profesores particulares de piano y danza, dos relojeros y veinte comerciantes de abarrotes.
También se contaba con más infraestructura. Existían siete máquinas condensadoras de agua, dos sucursales de bancos, seis hoteles de calidad, once zapaterías y tiendas de ropa.
Desde 1884 a 1907 el crecimiento de la ciudad era evidente, expandiéndose hacia el sureste, hacia la actual calle José Miguel Carrera.
En Cavancha se instalan varaderos y maestranzas. La península se convierte en un centro de recreación para la gente. En el barrio El Colorado se levantan casas de material ligero, la mayoría son viviendas de pescadores.