Enganchados del sur

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El «enganche» de trabajadores desde el sur para que trabajaran en las salitreras, fue una práctica que se masificó a fines del siglo XIX y principios del XX. Sujetos inescrupulosos se especializaron en engañar a familias completas y traerlas al norte con la promesa de un trabajo estable y de ganancias, que nunca fueron tan altas como las prometidas.
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El investigador iquiqueño Hugo Barraza Jofré afirma que de todas partes del país llegaban a la zona los trabajadores y sus familias, «todos ilusionados con la riqueza del salitre».
La afluencia de enganchados tomó cuerpo luego de decretado el cese de hostilidades en la Guerra del Pacífico. Para lograr el «enganche» de trabajadores provenientes del sur, se recurrió a la mentira. «Se le estafó con falsas promesas, les describieron el espejismo del salitre a ganar dinero fácil a manos llenas, una pronta riqueza les esperaba a poco de trabajar en las tierras del desierto. El sureño ilusionado abandona su hogar, familia y amigos. Todo para llegar al norte salitrero».
Una vez en la pampa, los trabajadores eran dejados a su suerte, «sin previsión ni salubridad, privado de escuelas, sin acceso a tener su terreno propio. Es una realidad cruel y abismarte se abre ante su desgarrada existencia».
El investigador afirma que «este ser transplantado se enfrentó a una verdad para él desconocida, una superficie desnuda, absorbente, terrible, arenales en remolinos, vientos que borran toda huella en horizontes inagotables, pampa de trabajo y un campamento doméstico bajo el implacable sol».
El esfuerzo de su trabajo fue expresado en fichas de papel, cuero, cartón, género, metal, caucho o vales canjeables en el monopolio de la pulpería del patrón.
Los precios eran abusivos y fijados por la propia empresa.
Tenía prohibido adquirir mercancías fuera de la oficina. Cuando eso ocurría, esos bienes eran incautados. Al pedir el cambio de fichas por dinero, se les descontaba el 30 por ciento a favor de la empresa.
En la práctica la compañía se quedaba con sus ingresos.
En esta condición «el enganchado ni siquiera era un asalariado, pues sólo trabajaba a cambio de medios de subsistencia. Las condiciones que lo rodeaban aparentaban una plenitud. Eso sólo correspondía a un sistema de solución de necesidades básicas de alimentación, vestuario y alojamiento».


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