La Tercera publicó la columna de opinión de Fernando Villegas sobre el desempeño de Ricardo Lagos y los aplausos con que fue despedido en La Moneda. A pesar que considero que Lagos ha sido el mejor presidente que ha tenido Chile, no puedo dejar de pensar en la opinión de Villegas quien afirma que Lagos no hizo nada más allá de lo que esperaba la gente. Acusa de Cero Innovación. Pero en el fondo su crítica se centra en la sociedad chilena y en cómo un gobierno refleja la realidad de una nación.
Opinión
El caballo de cemento
Fernando Villegas
Fecha edición: 12-03-2006
Se va don Ricardo. Cuesta asumirlo porque hasta el último minuto se mantuvo a lomos del grandioso caballo de su fama y presencia, el cual sólo muy de a poco fue trasformándose de cosa viva y briosa a cabalgadura de cemento, equino monumental y pétreo listo para ser instalado en la primera plaza disponible. Lagos pasa a retiro como nunca antes lo hizo nadie. Su popularidad, yéndose, es mucho mayor que la que tenía cuando llegó. Es seguro que su presidencia pasará a la historia. Decía Allende, en su tiempo, que tenía carne de monumento. Verdad. Lagos podría decir lo mismo sin deber pagar precio tan elevado.
Ya hay gente que pasando delante de él hace una genuflexión y se persigna. Se pregunta uno las razones. ¿Es una, varias, muchas? ¿Es efecto de una ilusión colectiva o responde a logros inmensos? ¿Qué da a un hombre y a otro no, quizás no muy distantes en sus cometidos, la gloria eterna o una rápida oscuridad? ¿Méritos propios o la coincidencia de actuar en simultáneo concurso con venturosos hechos, positivos cambios, desplazamientos generacionales? ¿Ambas cosas? ¿El solo calibre de sus realizaciones?
Una de las causas quizás sea el carácter. ¡Ay del ciudadano, cualquiera sean sus méritos y obras, que no se las tome con serio talante sino, al contrario, con desapego y ligereza, sin los gestos rotundos del poder y la prosopopeya, sin los ademanes que esculpen luego los artistas de la estatuaria!
Lagos es de pies a cabeza carne de escultura. Serio, más irascible que risueño y desde luego nunca risible, de hablar sino poderoso al menos ponderoso y con vitalicia fama de catedrático en funciones, tiene lo que se necesita para ser tomado del mismo modo, con solemne gravedad. Quien con gravedad presenta una buena obra concita mucha más admiración y respeto que quien hace lo mismo con aire casual y hasta permitiéndose un chiste. Para ser «tomado en serio» es preciso uno mismo tomarse en serio. Por eso se dijo de él desde un principio que era «estadista». De Aylwin, que acometió tareas aun más duras, nunca se dijo o se repitió tal cosa. Aylwin, con todo lo grave que es, tiene en él algo de sencillo jubilado de la administración pública, lo que le resta glamour.
Más aun
Hay más. Los manejadores -en este país y en todos- de los medios de comunicación que hacen y deshacen reputaciones son las clases prósperas, los privilegiados. A los empleados menores de dichos medios sólo se les da rienda suelta para hacer lo mismo en el ámbito insignificante del fútbol, la farándula y el comentario artístico. De las elites es de donde emergen y se esparcen las ideas o más bien los clichés que se adosan a hombres e instituciones. En Chile vieron llegar a este «socialista» con mucho temor en sus corazones. ¿Qué desaguisado no podría acometer? Pero pronto se convencieron que tal no era el caso. Primero con dudas, luego con seguridad, finalmente con entusiasmo, pudieron decir que era el suyo gobierno «responsable». Cómo no decirlo en vistas de los resultados contables. Cómo, con el Presidente y su régimen poniéndoles en bandeja un tratado comercial tras otro. Todo un estadista. Mientras tanto, aunque no necesariamente por los actos de Lagos ni tampoco por sus omisiones, aunque sí por el espíritu global de su gobierno y de la coalición que lo apoyó, formada abrumadoramente por mediócratas de espíritu coincidente con la mente y los gustos promedio de la época, el resultado neto ha sido que en este sexenio hemos visto el triunfo total y la consolidación definitiva del clima ideológico, estético, comercial y valórico que es del gusto de los altos estratos y de hecho también de los trepadores y las clases medias emergentes, quizás casi del entero país. Nunca hubo, en el gobierno de Lagos, NI UNA sola mirada distinta que hiciera un examen cualitativo de lo que se venía, menos aun que ofreciera modos diferentes de hacer las cosas. Por eso muchos de los aplausos atronadores recibidos por don Ricardo recuerdan los que el público tributa a quien les ha contado chistes de suegras gordas cayéndose de hocico. Porque, digámoslo sin ambages, en estos años hemos llegado a extremos de vulgaridad y mal gusto y prepotencia y desconsideración que habitualmente uno veía sólo en las comedias de nuevos ricos haciendo el ridículo. Síntoma de eso es la visión reduccionista hoy predominante. En primer lugar, el reduccionismo de medirlo todo con la vara del dinero. Hoy ya lo hacen chicos y grandes, niños y adultos, ancianos y jóvenes. El país en su totalidad ha sido colonizado sin límite ni medida por el comercialismo más rasca, la vulgaridad más zafia, la ansiedad más enfermiza por la plata, un afán desmedido de lucro, el amor al ruido y la chantería multimedial, por los show de maniquíes argentinas mostrando el culo y las ubres, sorteos de autos, la construcción triunfal de mansiones ostentosas y un paupérrimo «let it be» cultural que sólo se traduce en púberes borrachos, putitas de 13 años, corrupción y desparpajo.
Culpas
No culpamos ni a Lagos ni a nadie de eso. Quiero sólo hacer hincapié que el cuadro ofrecido por Chile en el 2006 no es como para hacer tantas cuentas alegres. Lagos, en el fondo, no hizo sino administrar razonablemente bien el curso de las cosas exactamente para donde ya iban, sin la menor intención de modificar nada y quizás sin siquiera saber adónde y en qué debería modificarlas. Pese a su ceño adusto ha sido un autocomplaciente, como tantos. Por eso se le ha aplaudido, de otro modo se le habría pifiado. Se aplaude lo que coincide con nosotros, lo que nos refleja, lo que se iguala al nivel de nuestras aspiraciones, lo que no nos exige esfuerzo, lo que corrobora, legitima y avala el curso de los acontecimientos que apoyamos por conveniencia o por ingenuidad. Aplaudimos y seguimos aplaudiendo a Lagos porque en la trayectoria de su gobierno nada se hizo que nos despertara del sueño del modelo cultural y social que se nos vendió hace ya tanto tiempo, nada salvo,como esos frailes dominicales de moda, darnos un tironcito de orejas en misa de doce, de vez en cuando, para amenizar.


Una respuesta a “Villegas y Lagos”
Yo no opino lo mismo. Creo que el gobierno del señor Lagos no fue bueno, salvo para la cúpula del poder. Para ellos si que fue fructífero. Hasta el día de hoy no se sabe dónde fueron a parar los millones de dólares del proyecto TranSantiago. Los dineros de Chiledeportes. Los dineros de FF de Chile. Los dineros que desaparecieron desde el MOP cuando Lagos era su Ministro…..para qué seguir ? MARCOS
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