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La semana pasada el paseo baquedano estaba blanco. Nubes de polvo blanco. El sueño de cualquier cocainómano.
Pero no era eso, sino que sal.
Harta sal.
Eran esculturas de sal. No las he contado, pero son como diez.
Anoche, antes de regresar al depto, tomé la cámara y saqué unas cuantas fotos.
Fotos sin flash. A 400 ASAS y el pulso firme para que no salieran movidas.
El resultado es este.
Lo unico malo es que la escultura que parece cola de pescado la anduvieron pateando unos giles. Se nota al tiro que la movieron de la base.
Así que supongo que es cosa de tiempo que estos bloques de sal transformados en esculturas se vuelvan polvo.
Estoy casi seguro que en poco tiempo estas esculturas serán trozos de lo que ahora son.
Una lástima.
¿Pero qué más puedo pedir?
Iquique.
Donde no hay orquesta sinfónica.
Donde el Teatro Municipal no tiene compañía de teatro.
Donde la gran fiesta del verano son unas comparsas de kermeses que hacen las señoras de población.
Ese es Iquique.






